POTENCIANDO MI AUTOESTIMA
¿dónde se puede comprar la autoestima?, ¿alguien conoce alguna tienda, algún centro comercial… algún sitio donde encontrarla?
Está clara la respuesta, si así fuera habría unas colas de aquí a mañana.
Conseguir quererse, ya sea porque uno nunca se quiso o porque se dejó de querer, es un proceso largo.
Vamos a pensar en tres pasos importantes para que nuestra autoestima crezca:
En primer lugar, es necesario conocerse. A veces pensamos que nos conocemos más de lo que nos conocemos realmente. Te propongo un sencillo ejercicio como iniciación a este paso:
Coge papel y lápiz y haz una descripción de ti mismo, seguro que te va a dar más trabajo del que piensas. Anota por un lado los aspectos positivos que te definen y, por otro, los negativos. Piensa en aquellas cosas que no te gustan…
Dado que muchas veces la visión de nosotros hecha por nosotros mismos, es parcial, nos ayuda preguntar cómo nos ven los demás. Para esto, busca un par de familiares y un par de amigos, y diles que escriban lo anterior acerca de ti mismo. Será interesante comparar lo que escriben ellos y lo que has puesto tú. Esto nos ayuda a tener una visión realista, pues muchas veces agrandamos las cosas, un pequeño defecto lo vemos cuadruplicado y saber cómo lo ven otros, nos ayuda.
El segundo paso, es llegar a aceptarse. Este es más difícil que el anterior. Como ya definimos anteriormente, aceptarse no significa resignarse, sino decidir que asumo que hay partes de mí mismo que no me gustan, pero que estoy dispuesto a vivir con ellas, a quererlas, a mimarlas. Cuando descubrimos algo que no nos gusta de nosotros tendemos a taparlo, hacer como si no existiera, es una actitud de huida, de negación, y ello no ayuda a la aceptación. ¿Qué cosas descubres que no quieres aceptar, que reniegas de ellas, que no quieres vivir con ellas? Antes de ver qué se puede hacer con ellas, tienes que aceptarlas como parte de ti, tienes que quererlas, entonces podemos pasar al tercer paso.
Ya sé lo que estás pensando ahora: “este tío dice eso como si fuera tan fácil, si le pasara a él…”, así que me veo en la obligación de insistir en que soy consciente de que eso lleva tiempo y que influyen mucho otros factores de nuestro entorno.
Un error común es sobredimensionar las cosas, es decir, pequeños defectos, exagerarlos y verlos como si fueran grandes. Por ejemplo, la nariz que no me gusta, entonces cuando me veo en el espejo sólo veo mi nariz, parecería como si mi cara consistiera solamente en “nariz”. Otras veces usamos el lenguaje absolutista, es decir, palabras como “siempre”, “nunca”, “todo”, “nada”, y no suelen ser verdad, las cosas no son tan extremas y conviene que cambiemos nuestra forma de hablar ya que nos condiciona y afecta a nuestra manera de vernos.
Otro error habitual es estar constantemente comparándonos con los demás, y siempre viendo aquello en lo que estamos por debajo, en desventaja. Muchas personas viven queriendo ser quienes no son, y eso es un gran obstáculo para aceptarse. Seguro que alguna vez oíste o leíste lo siguiente:
Se cuenta que un día los animales del bosque se dieron cuenta que ninguno de ellos era el animal perfecto; los pájaros volaban muy bien, pero no nadaban, ni escarbaban; la liebre era estupenda corredora, pero no volaba ni sabía nadar… y así todos los demás. ¿No habría manera de establecer una escuela para mejorar la raza animal? Dicho y hecho. En la primera clase de carrera, el conejo fue una maravilla, y todos le dieron sobresaliente, pero en la clase de vuelo subieron al conejo a la rama de un árbol y le dijeron: “¡Vuela, conejo!”. El animal saltó y se estrelló contra el suelo, con tan mala suerte que se rompió dos patas y fracasó también en el examen final de carrera. El pájaro fue fantástico volando, pero le pidieron que excavara como el topo. Al hacerlo se lastimó las alas y el pico y, en adelante, tampoco pudo volar, con lo que ni superó la prueba de excavación, ni llegó al aprobadillo en la de vuelo.
Un pez debe ser pez, un estupendo pez, pero no tiene por qué ser un pájaro. Un hombre inteligente debe sacarle punta a su inteligencia y no empeñarse en triunfar en deportes, en mecánica y en arte a la vez. Una muchacha fea difícilmente llegará a ser guapa, pero puede ser simpática, buena, maravillosa… porque sólo cuando aprendamos a valorar lo que somos, seremos capaces de convertir lo que somos en una maravilla.
En este punto, es importante recrearnos en aquellas cosas que nos hacen sentir valorados, aquellas de las que nos sentimos orgullosos. Así, mientras trabajamos la aceptación de lo que no nos gusta, disfrutamos de lo que sí nos gusta y que estimula la estima de nosotros mismos.
Algunas ideillas más que pueden ayudar: es un enfoque superútil el pensar en cómo sacar partido de nuestros defectos, de aquello que no nos gusta de nosotros, si lo buscas, seguro que encuentras una razón por la que ese defecto se puede volver en una virtud, buscando ese “cisne” que llevamos con nosotros.
Imagino que, en alguna ocasión, oíste la historia de aquel chico de 16 años que estaba muy acomplejado porque no estaba tan desarrollado como los chicos de su edad, tenía el cuerpo correspondiente a uno de 11, pero que gracias a tener ese cuerpo y no el que le correspondía para su edad, pudo librarse de un incendio en su casa, en el que la única forma de salir fue a través de una pequeña ventanita en el baño, dado que el resto de la casa estaba en llamas, con las puertas atrancadas. Si tuviese el cuerpo por el que había llorado tantas veces, hubiese muerto en ese incendio.
Otro ejemplo, hay muchos que se rebelan contra la impulsividad que sienten para hacer las cosas y los problemas que ello les trae, y aunque es cierto que conviene aprender a controlarse, también lo es el reconocer que, gracias a esa impulsividad, se pueden llegar a hacer cosas buenas, importantes, que no se harían si se pensaran mucho, es decir, esa impulsividad puede usarse para bien, sacándole partido.
Me hace gracia recordar lo que me contó un día una chica muy guapa que fue a una entrevista de trabajo; para vuestra sorpresa diré que no la aceptaron porque era demasiado guapa, y eso no era muy bueno para ese trabajo, querían alguien que no llamase mucho la atención.
Otra cosa que puede ayudarte mucho, es atreverte a dar gracias aún por aquello que no te gusta de ti. Si consigues hacerlo sinceramente, las cosas cambiarán de una manera que no puedes ni sospechar. Imagina el cambio radical que se producirá si, de una actitud de queja, pasas a una de agradecimiento. La queja nos lleva a la frustración, al descontento, al rechazo; la gratitud nos ayuda a aceptarnos, a vernos con otros ojos.
Entonces, en la medida que puedas, mírate al espejo, observa esas partes de ti mismo que no te gustan, tócalas si son externas, di que quieres aceptarlas, quieres quererlas, y… aunque te cueste mucho, y hasta te parezca una locura, vuelve a dar gracias por ellas: “Gracias por estas manos feas, por esta nariz demasiado grande, por esta barriguita o, mejor dicho, barrigona, por estas piernas gordas, deformes, gracias por estos pechos kilométricos o invisibles… gracias… gracias”. Aceptarlo no quita que estés dispuesto a esforzarte para mejorar, para sentirte mejor, pero primero hay que aceptar y entonces viene el siguiente paso. Queda para la siguiente publicación en el Blog, No te lo pierdas!! .:-)
Esteban Figueirido