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«Ciberadicciones»

adicción a la tecnología

No es fácil reconocer que uno tiene un problema por su manera de usar internet…

Los «ciberadictos» empiezan a llegar a las consultas para recuperar «su vida real». Las Unidades de Juego Patológico ya atienden a adictos a las redes sociales y a los juegos online. No son muchos, pero ya suponen el 2,1% de los pacientes que se tratan. Cuesta mucho llegar al tratamiento, porque no es fácil reconocer que se tiene un problema por la manera de usar internet y que se necesita ayuda para salir. Llegan hasta la consulta «arrastrados» por su familia o al menos, empujados por ella. Porque la diferencia principal entre un uso exagerado de todo lo que te puede dar una pantalla y ser un adicto, se encuentra más en lo que se deja de hacer que en lo que se hace.

SEÑALES DE ALARMA.

Cada vez se necesita más para obtener igual satisfacción.

Comparte perfil con todas las adicciones asociadas a la conducta y es muy distinta de las adicciones a una sustancia. Pero, igual que ocurre cuando uno se engancha a una droga, los adictos a las redes, a internet o a los videojuegos online -las videoconsolas ya son una preocupación del pasado- se genera tolerancia. Y cada vez se necesita más tiempo de actividad para obtener la misma estimulación.

Se están viendo casos con picos de actividad de doce a dieciséis horas diarias y con una dedicación media, entre mensajes, búsqueda en internet y juegos de las propias redes, de 7 y 8 horas diarias. Como consecuencia de esta actividad tan intensa, la idea de la abstinencia les aterroriza. Muchos pacientes tienen esa sensación de angustia frente a la abstinencia y no pueden someterse a ella de forma inmediata. A los adolescentes les cuesta especialmente y hay que armarse de paciencia, porque la motivación para frenar en esa actividad a la que están enganchados, es cero.

PERFIL DE VULNERABILIDAD.

Entre la impulsividad y la dificultad para dirigir su vida.

El potencial adictivo de las redes sociales es enorme: acceso las 24 horas, en el entorno que quieras, con cifras (amigos agregados, «likes» a las publicaciones, puntos del juego, seguidores en Twitter…) que refuerzan continuamente el ánimo. Pero para generar adicción, se combina con una personalidad en la que suele haber impulsividad, siempre en busca de sensaciones, baja autoestima y poca confianza en uno mismo para manejarse ante una dificultad. También coexiste con una baja capacidad de autodirección, personas a las que le cuesta llevar las riendas de su vida, persistir, y con facilidad para dejarse llevar por el impulso del momento. Pero no todas las personas enganchadas son iguales, como no lo es lo que les lleva a engancharse a las redes sociales. Hay quien encuentra en ellas una vía de escape, de evasión y un consuelo a su soledad.

Entre los rasgos de los pacientes tanto se detectan casos exageradamente extrovertidos como lo contrario. Unos buscan más el número de contactos y el riesgo; los otros, compensar esa dificultad de relacionarse. Pero todos los enganchados acaban dedicando un número enorme de horas a esa vía de placer-compensación. Y eso genera problemas con los suyos de la vida «off» y les conduce a exponerse a más riesgos, en la vida «on». Y no saben cómo salir.

CÓMO SALIR.

Reconocer todo lo que está pasando y frenar.

Casi todos los pacientes llegan de la mano -o bajo la amenaza- de la familia. Ellos sí se dan cuenta. Lo primero es dejar de usar el ordenador. La familia puede poner una contraseña para ayudarle a no entrar. Posteriormente, la restricción va cediendo poco a poco. Al mes, se puede abrir la restricción un tiempo corto y con vigilancia. En ese momento ya no se suelen sentir grandes deseos de entrar en las redes, pueden contenerse bien. Pero, sobre todo, les es muy útil hablar: explicarlo les permite verlo. Se les debe dotar también de herramientas para manejar la ansiedad que experimentan durante el período de abstinencia, y ayudarles a programar actividades en su día a día, para lo que es de vital importancia la colaboración de su círculo social y familiar más cercano.

El tratamiento es diferente según el caso. Hay muchos adictos a los que no se puede proponer la abstinencia total, sino una reducción. Y no sirve de nada quitarles el router o el móvil a los adolescentes. Puede incluso provocar una reacción violenta. Ha de pactarse con ellos.

El objetivo es el aprendizaje del uso razonable, calcular mejor los riesgos, reducirlos en las personas más vulnerables, ayudar a aflorar los recursos que tiene uno para protegerse ante la fascinación de una herramienta sin fin. Y eso lleva su tiempo.

PREVENIR.

Una vida «off» más estimulante y compartir un poco la «on».

Es imprescindible la complicidad de su familia en el tratamiento. La mayoría de los adolescentes que llegan casi de los pelos a la consulta, consideran la vida «off» extremamente aburrida. Las familias tienen mucho que hacer, empezando por jugar un rato con ellos en la pantalla, aunque les repatee. Eso proporciona más información acerca de lo que sienten los hijos ante la pantalla y a la vez les permite a estos no ver a los adultos como absolutamente ajenos a su estimulante actividad.

Hay que encontrar estímulos «off line», recuperar amigos, actividades, deporte, conversaciones, cine, aficiones

DESMITIFICAR.

Disciplina para no caer en la fascinación.

La inmediatez, la velocidad a la que un ciudadano de a pie puede ser leído en millones de móviles de todo el mundo por escribir en Twitter una frase ingeniosa; la aparición de continuas novedades tecnológicas y el prestigio de tener siempre lo último; el pertenecer a una comunidad al margen de la edad y la capacidad de éxito; el estar «on» en cualquier momento del día y de la noche y recibir continuos «ding» porque alguien te envía un Whatsapp, son fuerzas muy potentes. Por eso deberíamos concretar una especie de disciplina para hacer frente a esa fascinación, ser conscientes de las trampas, de que 500 agregados no te convierten en una persona popular, etc…