
Estos problemas se dan cuando hay ciertos cambios en la vida de una persona que producen un fuerte estrés y el individuo no se sabe adaptar correctamente a ellos.
Como consecuencia de esta incapacidad para adaptarse a las situaciones nuevas, se producen sentimientos y conductas concretas que suelen prolongarse en el tiempo: como síntomas de ansiedad (palpitaciones, sensación de ahogo, sensación de bloqueo mental, pérdidas de memoria, insomnio); fluctuaciones en el estado de ánimo (sentirse triste o desesperado, sin ilusión y con pérdida de interés y de sentido por la vida en general); síntomas físicos (dolores de cabeza, dolores musculares, contracturas, agotamiento)… Estos síntomas se producen al tener dificultades para hacer frente al cambio, considerarlo como extremadamente estresante y reaccionar de forma más fuerte de lo que cabría esperar para el tipo de situación que ocurrió.
Este problema puede darse a cualquier edad y los desencadenantes son muy variados. Dentro de las situaciones más comunes que provocan este tipo de trastornos, se encuentran:
- Una separación o un divorcio.
- Un proceso de duelo por la pérdida de un ser querido.
- El “nido vacío”.
- El padecimiento de una enfermedad u otra cuestión de salud en uno mismo o en un ser querido.
- La jubilación.
- Mudarse (a otra casa, otra ciudad u otro país diferente).
- Catástrofes (naturales, familiares, económicas…)
- Cambios inesperados en la vida, que se viven como traumáticos.
El objetivo principal del tratamiento será aliviar los síntomas y ayudar a la persona a retomar de desempeño en su vida diaria similar al que tenía antes de que ocurriera el cambio estresante. La psicoterapia está recomendada, y puede ayudar a identificar y cambiar el modo de pensar y de afrontar los sucesos estresantes, así como las respuestas a nivel conductual, cuando nos enfrentamos a los distintos factores estresantes en nuestra vida.