
El estado de ánimo afecta a las emociones y a cómo nos sentimos; podemos, por ejemplo, sentirnos tristes y desganados, experimentando un malestar interior y dificultando las interacciones con el entorno. Este estado puede prolongarse en el tiempo y trascender lo que se considera como “normal”.
También se puede experimentar el polo opuesto, es decir, un estado de euforia y excitabilidad excesivos, o incluso alternar períodos de tristeza con períodos de euforia.
Lo que caracteriza este tipo de trastornos es la visión negativa de la vida, dándose una perspectiva pesimista del pasado “qué mala vida he tenido”, una visión negativa del presente “todo me va mal”, y una falta de esperanza en el futuro “las cosas sólo van a ir a peor”, “no hay solución para lo que me pasa”…
La mezcla de pensamientos negativos (“no valgo para nada”, “soy inútil”, “no vale la pena vivir”, “todo lo malo me pasa a mí”, “nunca saldré de esto”…) con sentimientos desagradables (tristeza, angustia, frustración, culpa…), con sensaciones físicas incómodas (cansancio, debilidad, dolor…), con pérdida de capacidades mentales (problemas de memoria, de concentración, de atención, de un buen razonamiento) y una serie de conductas que se agravan cada vez más (aislamiento, dejadez, pasividad, dejarse en cama, no hablar, etc.), llevan a un estado que hace que la persona caiga muy bajo, siendo necesaria, en algunos casos, no solo una terapia psicológica sino una medicación específica.
En esta área se incluyen la depresión, la manía o el trastorno bipolar.
- Depresión: Es un trastorno emocional que hace que la persona se sienta extremadamente triste y decaída, experimentando un gran malestar interior y dificultando sus relaciones y sus actividades diarias. Estos síntomas se prolongan en el tiempo más de lo que se consideraría normal.
- Trastorno bipolar: Se caracteriza por la alternancia de períodos de euforia y excitabilidad (manía) y períodos de depresión, pudiendo pasar de un estado a otro de forma abrupta.
- Otros: distimia (estado de ánimo depresivo más leve que la depresión), ciclotimia (forma leve del trastorno bipolar), manía (estado de ánimo excesivamente eufórico)…
En este tipo de trastornos se interviene desde distintas perspectivas psicológicas, buscando siempre que la persona vuelva a tomar el control de su vida: con una visión más realista, con una toma de decisiones para el cambio y con pequeños pasos para ir saliendo de ese estado de ánimo bajo. Desde la perspectiva cognitiva, el cambio de pensamiento se lleva a cabo detectando aquellos patrones negativos y destructivos para la persona, y sustituyéndolos por otros más positivos y realistas, que permitan tomar fuerzas para superar los problemas. La perspectiva conductual intentará cambios en la conducta, que se harán muy poco a poco, con objetivos muy pequeños y valorando cada mínimo avance. En muchas ocasiones es necesario indagar qué función cumple la depresión, qué ganancias secundarias está aportando a la persona, y ver cómo cubrir esas ganancias de forma más saludable. Es útil la técnica de ‘externalización’ para conseguir enfrentarse a la depresión con más confianza en uno mismo y con ayuda de otros. También puede ser necesaria una aplicación de EMDR cuando se detecta algún trauma que subyace a toda la sintomatología depresiva.