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Actitud Positiva

chica feliz
La vida tiene su lado sombrío y su lado brillante; de nosotros depende elegir el que más nos plazca.»
(Samuel Smiles)
He recibido un e-mail, de esos que se envían de forma masiva diariamente por la red, que habla de un tal Jerry. Tiene su gracia, y no es muy extenso, así que lo copio a continuación.

Jerry era director de un restaurante en una pequeña ciudad de Estados Unidos. Siempre estaba de buen humor y tenía algo positivo que decir.

Era un motivador nato. Por dos veces, cuando cambió de trabajo, varios de sus empleados se empeñaron en seguirle a donde él fuera a trabajar. Si un trabajador tenía un día malo, Jerry siempre estaba allí, haciéndole ver el lado positivo de la situación.

Su manera de ser provocó mi curiosidad, así que un día le pregunté: «No me lo explico. No se puede ser positivo siempre, sin interrupción. ¿Cómo lo haces?». Jerry me contestó: «Cada mañana me levanto y me digo, tengo dos opciones, puedo elegir estar de buen humor o de mal humor. Y siempre elijo estar de buen humor. Cada vez que ocurre algo malo, puedo elegir entre el papel de víctima o el de aprender algo de aquello. Y procuro elegir el de aprender algo. Cada vez que le oigo a alguien quejarse, puedo elegir entre sumarme a sus lamentos o fijarme en el lado positivo de la vida, y siempre escojo el lado positivo de la vida.»

«Pero no siempre es tan fácil», protesté. «Tampoco es tan difícil», contestó Jerry. «La vida es una elección constante. Cada situación es una elección. Eliges cómo reaccionar ante las situaciones. Eliges cómo va a afectar la gente a tu humor. Eliges estar de buen o de mal humor. Es elección tuya decidir cómo vives tu vida.»

Tiempo después, Jerry fue víctima de un atraco. Había olvidado cerrar con llave la puerta trasera del restaurante mientras hacía el balance de caja del día, y entraron dos hombres armados. Trató de abrir la caja fuerte, pero con el nerviosismo fallaba la combinación. Los atracadores se pusieron más nerviosos aún que él, y acabaron por dispararle. Afortunadamente, le llevaron enseguida al hospital, y después de una larga operación y varias semanas de convalecencia, Jerry recibió el alta.

Vi a Jerry unos meses después. Le pregunté qué le había venido a la mente cuando ocurrió el atraco. «La primera cosa en que pensé es que debía haber cerrado bien la puerta. Luego, después de que me disparasen, cuando estaba tendido en el suelo, recordé que tenía dos opciones: podía elegir vivir, o podía elegir morir. Y escogí vivir.»

«Los camilleros eran unos tíos simpáticos. Me animaban. Me decían que me iba a poner bien. Pero cuando me metieron en la sala de urgencias y vi las caras de los médicos y enfermeras, mientras me exploraban, me asusté realmente. En sus ojos se leía «es hombre muerto». Entonces vi que tenía que pasar a la acción.»

«¿Qué hiciste?», pregunté. «Bueno, había una enfermera que me preguntaba a gritos si era alérgico a algo. «¡Sí!», le contesté. Se hizo un silencio grande. Esperaban que continuara. Yo cogí aire y dije: «Sí, tengo alergia… ¡a las balas!». Después de las risas de todos, les dije: «Quiero vivir. Así que, por favor, opérenme cuanto antes».»

Jerry piensa que vivió gracias a los médicos y enfermeras, pero también gracias a su actitud. Yo aprendí de él que cada día puedes elegir si vas a encarar la vida con ganas o te vas a amargar. La única cosa enteramente tuya, que nadie puede controlar o asumir en tu lugar, es tu actitud. De modo que si tú te das cuenta de esto, todo lo demás se hace bastante más fácil.

Actitud positiva

Haz que tu cabeza trabaje a favor tuyo y poco a poco adquirirás la costumbre de no molestarte cuando las cosas vayan mal.»
(Wayne W. Dyer)
La historia de Jerry concluye aquí. Puede que os resulte un tanto simplona, pero apunta una idea sumamente importante. Todos conocemos personas que, con su sola presencia, irradian positivismo. Su actitud es optimista, animosa, esperanzada. Poseen como una especie de campo magnético que orienta a los que le rodean, que quizá sean más pesimistas o más negativos. Desactivan crispaciones y rencillas; y cuando afrontan una situación difícil, suelen ser serenos y conciliadores.

Lo bueno es que estas personas no han nacido así, sino que han conseguido aprender de sus propias experiencias, tanto de las negativas como de las positivas. Han aprendido a confiar en los demás. Han aprendido a no reaccionar desproporcionada-mente ante sus propios errores, ni ante la crítica o las dificultades. Han aprendido a perdonar los errores y debilidades de los demás (y no porque sean ingenuos, pues también ellos perciben esos errores; pero saben que con su actitud pueden hacerles mejorar o encasquillarse en su conducta). Han aprendido a no etiquetar ni prejuzgar a la gente, sino a descubrir los valores positivos que hay en toda persona. Han aprendido a ser agradecidas, a no ser envidiosas. Han aprendido a buscar el modo de mejorar; leer, escuchar, ser curiosos, interesarse por lo que les rodea… Y si ellos han podido aprender, todos los demás también podremos. Es una cuestión más de actitud; toda una actitud, en fin, digna de ser imitada.